La Leyenda del ChikiTiti

Es de noche en el templo de Kalasasaya, en Tihuanacu. Mama Paxsi es un brillante disco de plata que abraza a todo el lugar con su pálida luz. Wirakhocha, el Dios creador, ha reunido en Ese lugar sagrado a los animales del Ande.

Desde el lago Titicaca llegaron, aprovechando un delgado hilo de agua, Ispi y Challwa; el Jukumari vino desde los Yungas, la Vizcacha bajo desde los cerros, los Jamp’atus saltaron croando de los charcos vecinos… todos conformaron un circulo, preguntándose la razón de tan importante convocatoria.
Una suave brisa lamio las antiguas piedras del complejo, era el aleteo de una hermosa cóndor blanca que bajo desde el Alaxpacha enviada por Wirakhocha.

Poso sus patas con delicadeza en el centro del círculo de animales congregados, la luz de la luna derramaba una lluvia de plata sobre su hermoso plumaje.
—Hermanas y hermanos— dijo la cóndor —nuestro padre Wirakhocha me ha pedido que los reúna esta noche. Hace cinco años que hemos mandado al Taypi de Chuquiago Marka a nuestro hermano PumaKatari. La gente de la ciudad lo ha recibido bien, allí ha hecho su hogar y se ha ganado el cariño, sobre todo de los niños.

La enviada del dios creador hacia pequeñas pausas, como para darle énfasis a cada una de sus palabras. Los asistentes escuchaban con atención. Solo había uno, persiguiendo su sombra, era el único que parecía no entender la seriedad de la reunión.

La cóndor abrió sus alas con solemnidad para decir —Nuestro Padre ha visto que el PumaKatari está cumpliendo bien con su trabajo. Transporta a los hombres y mujeres de Chuquiago con respeto y con amor, pero para poder cumplir con su misión necesita ayuda: un compañero ágil, fuerte, que pueda llegar a todos los rincones del valle. Hermanas y hermanos, quiero escucharles a todos, cuáles son sus candidatos…
Los animales comenzaron a proponer a sus candidatos para el acompañante del PumaKatari. Una voz atiplada, apenas audible hablo con timidez a nombre de las criaturas del lago, era el Ispi.

—Hermana cóndor, hermanos. Los peces del lago queremos que sea nuestro Suchita el que acompañe al PumaKatari. El Suchita es ágil, se mueve bien en el agua, el agua se mete entre los resquicios de los cerros llevando vida a todo lado.
Uno a uno los asistentes a la reunión fueron argumentando a favor o en contra de la postulación de las criaturas de las profundidades del lago.

Un sapo enorme reservo su comentario para el final y dijo —Hermanas y hermanos, no quiero desmerecer, ni a Suchita, ni a Ispi o cualquiera de las criaturas de su especie, pero…los peces solo pueden moverse si es que hay agua, fuera del agua, los peces se mueren—. Se hizo el silencio y el sapo aprovecho para ofrecerse a ir a la ciudad destacando el hecho de que los Jamp’atus como él se desenvuelven por igual dentro o fuera del agua.

Una vez más, cada uno de los animales asistentes opino sobre la propuesta. Algunos abogaban por el sapo como símbolo de abundancia, el poder de sus croares para convocar a las lluvias.
Mientras los mayores discutían, pocos se dieron cuenta de que aquel cachorro que importunaba jugando con su cola se había acurrucado en un rincón, hecho un ovillo, y dormía plácidamente después de tantas travesuras.

labra. Era Ajayu, un viejo Jukumari al que le faltaba un ojo. Su imponente presencia y su voz profunda y sabia se impusieron al silencio.

—Hermanas y hermanos, he escuchado a cada uno de ustedes y creo que a ninguno le falta argumentos. Cada uno de nosotros podría ir al Taypi de Chuquiago Marka y acompanar a nuestro Jilata PumaKatari. Pero tenemos que darnos cuenta de la grandeza del desafío. Necesitamos que el acompañante sea alguien ágil, fuerte, intrépido y fiel.

Mientras el sabio oso hablaba parsimoniosamente ante el respetuoso silencio de los congregados, acurrucado al lado de un muro de arenisca roja, el cachorro de gato andino comenzó a ronronear en un profundo estado de sueño.

—Yo creo que uno solo de nosotros es capaz de asumir este gran reto—continuo el oso—va a ser un trabajo muy duro y sacrificado y por eso me alegra que ahora ese animal este durmiendo, porque al rayar el alba tendrá que partir a la ciudad.
El silencio pareció aumentar, hasta el viento había hecho una pausa en su ulular, pero esta vez no era solo el respeto, también era el azoro de los animales reunidos, todos estaban perplejos, todos menos la cóndor que sonreía con un gesto maternal de complacencia.

—Bien has hecho, sabio oso, en escoger al joven ChikiTiti. Solo el con su ternura, su curiosidad infinita, su intrepidez y fuerza de felino va a poder acompañar al PumaKatari en su misión—dijo la cóndor acercándose al gatito andino que, como sabiendo que dé él se hablaba, se arrebujaba moviendo la cola y las patas, emitiendo pequeños gruñidos. Estaba sonando.

—La rebeldía de los jóvenes será la que guie al mundo, debemos aprender de ellos— reflexiono el Jukumari, mientras los primeros rayos del sol pintaban de oro la alborada.

Chikititi, el cachorro de gato andino se despertó́, estirándose como solo los gatos saben hacerlo. Algo había cambiado para él esa noche, no fue necesario que los animales que lo rodeaban mirándolo con ternura le dijeran nada, Whirakhocha le había contado todo mientras dormía.

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Historia Pumakatari

PumaKatari: El Origen

La decisión de contar con el primer servicio de transporte municipal hizo que el mismo sea concebido con una caracterización propia que naciese íntimamente vinculada a La Paz.